¿De que va esto?
Hoy no voy a escribir sobre empresas. Ayer disfruté de una bonita sesión de eso que en Valencia conocemos como el esmorzaret, que para un valenciano es mucho más que un simple almuerzo. Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre esos momentos de la vida que realmente nos satisfacen, algo que todos deberíamos hacer más a menudo para contrarrestar el maldito estrés que nos persigue cada día.
Un ritual
En Valencia, ¡el esmorzaret es un momento mágico! Es una auténtica filosofía de vida, una costumbre que va mucho más allá de una simple pausa para comer. Es un ritual que siempre se disfruta en compañía, un instante de desconexión en el que las conversaciones fluyen de manera natural, sin tensiones, siempre acompañadas por los magníficos manjares que hacen de este momento algo único.
Es difícil que alguien que no sea valenciano comprenda realmente la importancia de este hábito. Para un español de otra región, no será más que un almuerzo. Para un extranjero, puede resultar chocante tanto el horario como la abundancia de este festín matutino, que rompe con su costumbre de comer al mediodía.
Nuestro esmorzaret empieza con una entrada que despierta el ánimo: cacaos, variantes de aceitunas, pepinillos, cebolletas y algunas otras delicias como morro u oreja, que preparan el estómago para recibir el verdadero protagonista: el bocadillo prodigioso. Y no hay uno solo, hay una infinidad de versiones creadas con la creatividad que nos caracteriza como pueblo, bocadillos rellenos de ingredientes variados y combinaciones explosivas que muchas veces sobrepasan la capacidad del pan.
En cuanto a la bebida, hay gustos para todo. Algunos optan por el clásico vino con gaseosa, otros prefieren agua o cualquier otra bebida. Y para cerrar el ritual, no puede faltar un delicioso cremaet, que también tiene sus variantes. Personalmente, me quedo con el de café con ron Negrita, tomado con calma y saboreándolo como se merece.
Al terminar, nos invade una mezcla de satisfacción y rabia: satisfacción por lo disfrutado y rabia porque, como todo lo bueno, ha durado poco. Pero una vez reincorporados al trabajo, la energía recibida nos impulsa a la acción. Al contrario de lo que algunos piensan, lejos de ser una pérdida de tiempo, el esmorzaret nos ayuda a rendir mejor. No es casualidad que la sociedad valenciana haya logrado tanto a lo largo de su historia.
Conclusió
Entiendo que dedicar tiempo a un esmorzaret puede parecer incompatible con los horarios laborales, pero para quienes lo consideren improductivo, ahí están los sábados y los domingos. Y si las modernidades y la presión del entorno llegan a hacer desaparecer esta tradición… malo, muy malo.
Y a quienes nos critican, solo les puedo decir… ¡VIVA EL ESMORZARET!

Mentor empresarial. Experto consultor de costes y financiero, formador y Presidente en Entorno Empresarial